jueves, 26 de febrero de 2015

¿Qué nos cuentan los clásicos?


Mi nombre es San Juan de la Cruz. Nací en un pueblo de Ávila, Fontiveros, en 1542. Mi familia era muy humilde, pasábamos grandes dificultades económicas desde que mi padre murió cuando yo tenía cuatro años.  Y dos años después murió uno de mis hermanos por estar desnutrido. Dicen que por eso yo era pequeñito, bajo y delgado; mi amiga Teresa (Santa Teresa de Jesús) me decía cariñosamente "mi medio fraile".

Pude estudiar en el colegio de los jesuitas, pero tenía que combinarlo con el trabajo el un hospital, donde ayudaba a curar a enfermos con enfermedades venéreas.

A los 21 años decido hacerme fraile e ingreso en la orden de los Carmelitas. Conozco a Santa Teresa, quien está iniciando una reforma muy importante de esa orden, y me uno a ella, pese a que produjo muchas hostilidades entre los demás.


Me marché a estudiar Teología a Salamanca, y tuve un importante maestro, Fray Luis de León. Como él, pasé algunos meses recluido en un convento en condiciones humillantes (por la reforma de la que he hablado antes), y aproveché esa paz para escribir algunos poemas, entre ellos el comienzo de mi famoso Cántico Espiritual. Junto a éste tengo otros dos poemas importantes: Noche oscura del alma, y Llama de amor viva.

Los tres poemas pueden encuadrarse dentro de la literatura mística, en ella se consigue la unión perfecta  del alma con Dios. Muy pocos escritores llegan a este estado, la mayoría se quedan en la ascética, que es el camino para alcanzar esa perfección. 

Estas son las vías por las que pasa el alma en su viaje hacia Dios:

  • Vía purgativa: el alma se purifica de sus vicios y sus pecados mediante la penitencia y la oración. La privación corporal y la oración son los principales medios purgativos.

  • Vía iluminativa: una vez purificada, el alma se ilumina al someterse total, única y completamente a la voluntad de Dios. El alma se halla ya limpia y debe soportar todo tipo de tentaciones y seguir la luz de la fe confiando en ella. Pero ha de ser humilde, ya que si Dios no quiere, es imposible la unión mística, pues la decisión corresponde a Él.

  • Vía unitiva: el alma se une a Dios, produciéndose el éxtasis que anula los sentidos. A este punto sólo pueden llegar los elegidos y es muy difícil describirlo con palabras porque el pobre instrumento de la lengua humana, ni siquiera en forma poética, puede describir una experiencia tan intensa: se trata de una experiencia inefable. El hecho de haber alcanzado la vía unitiva puede manifestarse con los llamados estigmas o llagas sagradas (las heridas que sufrió Cristo en la cruz), con fenómenos de levitación del santo y con episodios de bilocación (es decir, encontrarse en varios lugares al mismo tiempo). El santo, porque ya lo es al sufrir este tipo de unión, no puede describir sino sólo aproximadamente lo que le ha pasado.

Voy a describirte ahora mis tres grandes obras literarias, las que me encumbraron como un gran poeta del siglo XVI:


Cántico Espiritual: La amada, el Alma, tiene un diálogo con el amado, Dios, tras encontrarlo después de un largo viaje por valles y montañas
Esposa:

  ¿Adónde te escondiste,
amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti, clamando, y eras ido.           

  Pastores, los que fuerdes
allá, por las majadas, al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.           

  Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

(...)

Esposo:

                   Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma,
al aire de tu vuelo, y fresco toma.           

Esposa:

  ¡Mi amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos;               

  la noche sosegada,
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora;                 

  nuestro lecho florido,
de cuevas de leones enlazado,
en púrpura tendido,
de paz edificado,
de mil escudos de oro coronado!               

La noche oscura: La amada sale disfrazada por la noche y se une plenamente al amado, a Dios.

En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.                     

  A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.                     

  En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía                              
sino la que en el corazón ardía.                 

  Aquésta me guïaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.                    

  ¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!     


Llama de amor viva: Ya no se cuentan la búsqueda y la unión con el amado, sino las sensaciones y los sentimientos que produce esa unión. 
  ¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres,                          
¡rompe la tela de este dulce encuentro!

   ¡Oh cauterio süave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado
que a vida eterna sabe                         
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida has trocado.

   ¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,            
que estaba oscuro y ciego,
con estraños primores
color y luz dan junto a su querido!

   ¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno                           
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!

Tened en cuenta que aunque mi obra aparentemente está cargada de erotismo hay que hacer una lectura diferente, ya que alcanza el nivel espiritual. 

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