miércoles, 26 de enero de 2011

Gioconda Belli

Hoy, entre clases, he visto sobre la mesa del departamento un libro de poesía de Gioconda Belli que tenía sobre su sitio (H)elena. Me ha hecho recordar que hace mucho que no me acerco a su literatura, la cual me parece apasionante; y he rememorado también una tarde soleada de invierno en mi último año de universidad en la que asistí a un encuentro con la autora en la Casa de América en la presentación de su libro El pergamino de la seducción, novela histórica sobre Juana la Loca. Es una mujer con una gran fuerza expresiva, que hechiza con sus palabra y su simpatía, y sobre todo es una gran escritora que nos deja joyas literarias como esta que comparto con vosotros:

PODER DE LA POESÍA
Invento el amor porque soy poeta
y las palabras son el palacio de humo
en el que vivo
en el que hago y deshago la realidad
invocando noches y mañanas exquisitamente inmóviles
en las que imagino que haciendo el amor
hago un mundo entero
océanos y bosques
y toda una generación de niños azules.
Yo invento las palabras para decir
te abrazo y subo sobre tus hombros
porque allí decidí poner la torre desde donde mirar
el paisaje verde que quiero hacer que exista
un paisaje de sombras y helechos gigantes
donde agazapados duendes mordisquean
hongos venenosos sin morirse
y vos me mirás con los ojos de un animal manso
que me ha jurado lealtad y
que me ve como el principio y el fin de todo.
Yo hago que tus manos se acerquen a mi cara
y acaricien apenas rozando el contorno más leve de mi oreja,
la barbilla, la nariz, el borde tembloroso con que mis labios
balbucean tu nombre,
y digo que tu boca cerque mi cuello y muerda
la delgada extensión de mis clavículas
y hago que mi piel se piense isla,
territorio de tus huellas de explorador
y digo que el agua te reciba
para que nadés en el cenote de mi gruta espesa
y que allí tu cetro me corone de reina, de diosa, de musa,
de única mujer flamígera, incendio,
que aspirando pronuncia el amor
desprovista de miedo, de modestia,
de toda sensatez.
Yo y mis palabras tomamos tu gesto más trivial
y lo alzamos como ofrenda de pan bueno
en el altar de las adoraciones.
Nada que hagás conmigo conocerá el desperdicio.
Yo lo tomaré, lo transfiguraré
y te ceñiré hombre que me has amado
con el laurel de los héroes
para que nunca duermas
para que despiertes y me ames
página tras página
hasta el día aciago
en que ardan en las Alejandrías
de la historia
las polvosas y antiguas
bibliotecas.

Gracias (H)elena, a veces, incluso sin quererlo, somos capaces de contagiar nuestro amor por la literatura.


1 comentario:

  1. Gracias a ti, Beatriz por tu generosidad, tus buenas ideas y por tu amor a la literatura, qué bien que hoy por fin he abierto tu blog,
    se me contagia lo mejor de ti

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